domingo, 29 de enero de 2017

Estrés: IV. Explicaciones

¿Qué está ocurriendo en las situaciones de estrés?

La excitación es la manifestación física de un estado de alarma. El cuerpo percibe una situación como peligrosa o expuesta –así ocurre en escena– e intenta escapar. Los movimientos repetitivos manifiestan la lucha entre las tensiones para permanecer o huir.


¿Qué pasa realmente en los estados de alarma? El cerebro percibe un amenaza a partir de la información que llega a través de los sentidos contrastada con su experiencia anterior, y desata una secuencia de reacciones característica de los mamíferos:

1. Socialización. Buscamos relación, apoyo, seguridad, evitar el conflicto. Sonreímos.
2. Lucha o huida. Si percibimos que el peligro continúa, se desata la respuesta de lucha o huida. El sistema nervioso autónomo (simpático) se activa: hay un disparo de adrenalina en sangre, se dilatan las pupilas, la musculatura frontal se contrae para proteger los órganos vitales (cuello, abdomen, genitales), se activa la respiración para aportar oxígeno, se acelera el pulso cardiaco, la sangre fluye hacia los músculos periféricos (psoas, piernas, pectorales, brazos, manos), se secan la boca y la garganta, se contrae el recto y relaja la vejiga.
3. Congelamiento. Fracasadas las estrategias previas, el cuerpo trata de conservar la energía, y produce endorfinas para adormecerse y evitar el dolor.

La situación escénica es una de las más estresantes para las personas. De manera natural, el cuerpo –que intenta conservar el equilibrio, la comodidad y seguridad– querrá escapar de la situación. Pero no podemos salir corriendo a la vista de todos. En la lucha interna entre permanecer y huir surgen las conductas descontroladas, los tics, los clichés aprendidos (respuesta de socialización) y las tensiones reflejas. Paralelamente puede producirse una proyección a través de la imagen que se tiene de sí mismo. La lengua se seca, la mandíbula y la garganta se cierran, la respiración se agita y el cuerpo se concentra en tomar aire, los ojos buscan una salida, las piernas quieren correr.

¿Es posible hablar artísticamente en esas circunstancias? Imaginemos qué ocurrirá si al entrar en escena nuestro sistema nervioso tiene ya un alto nivel de excitación.



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jueves, 26 de enero de 2017

Estrés: III. La actitud hacia el cambio y el aprendizaje

Ya sea por factores genéticos y biológicos, ya sea por interacción con el entorno, los sistemas psicofísicos se organizan en patrones característicos. La respuesta a los eventos de la vida pasa por guardar inconscientemente tensiones psicofísicas: patrones que conforman nuestra memoria vital, y que deben servir para afrontar mejor la experiencias futuras. Los hábitos regresan insistentemente. Se construye así una imagen del yo basada en la experiencia, la percepción que el cuerpo tiene de sí mismo y las proyecciones, en la que la persona se reconoce. 

El cambio en los patrones de tensión puede comenzar cuando disponemos de otros contextos, visiones, opiniones o sistemas de creencias, que sugieren o generan experiencias alternativas. El aprendizaje implica confusión e incertidumbre al pasar de unos patrones a otros, de unas creencias a otras. Pasar de lo conocido a lo desconocido: percibimos este paso como un riesgo, provoca incomodidad y miedo. El cuerpo reacciona ante la perspectiva del cambio, protege sus reflejos. La comodidad, los sistemas de creencias, el ego (modelos operativos internos), tienden a mantenerse, reforzarse, y resisten. 

Cuando somos capaces de solucionar problemas, resolver obstáculos, desarrollar estrategias de acción efectivas, la ansiedad se reduce, aumenta la curiosidad, el interés, la alegría y la comunicación. El cuerpo preferirá las experiencias positivas, agradables. 

Pero también hace falta riesgo, compromiso, porque es necesario desestructurar para volver a estructurar. La motivación será probablemente más fuerte, constante y productiva, si se focaliza en el aprendizaje mismo antes que en satisfacer el ego, ser admirado u obtener elogios. De ahí la importancia de mantener la curiosidad, la expectativa del aprendizaje como proceso de crecimiento constante. El riesgo permite “extender tu zona de confort para incluir algo que previamente formaba parte de lo desconocido” (Ilgner, A. 2008: 115)*; es necesario para aprender. 


*Las referencias se incluirán en el último artículo de la serie.


domingo, 15 de enero de 2017

Estrés: II. Las consecuencias

Con alto nivel de excitación del sistema nervioso autónomo es difícil modular la tensión, tomar referencias fiables, y esto genera dificultades para realizar las actividades de la escena. Una parte de la atención se desvía de la actividad, así la escucha y la capacidad de recibir información, comprender y reaccionar, se reducen drásticamente; la persona lo percibe y aparece el miedo al error. Consecuentemente la preocupación por la competencia social y por la imagen que se da. 

Los movimientos reflejos e inconscientes implican una pérdida de control, de flexibilidad articular y disponibilidad muscular. Se reduce la percepción del propio cuerpo y las emociones. 

A veces puede derivar en necesidad de atención o reconocimiento, en una preocupación por controlar la propia imagen, en perfeccionismo y bloqueo ante la posibilidad del error. Puede aparecer narcisismo, resistencias al cambio, justificaciones del tipo “yo soy así” o “no puedo”, que anclan a la persona a sus propios reflejos, imágenes o proyecciones, y que bloquean las posibilidades de aprendizaje.

Los neurólogos señalan que un alto nivel de excitación (sistema simpático) implica un descenso drástico en la actividad del nervio vago, y una activación intensa del músculo psoas. 


martes, 10 de enero de 2017

Estrés: I. Lo que se ve


A primera vista notamos agitación, lo que comúnmente llamamos nerviosismo. Movimientos repetitivos reflejos con los pies o las manos, objetos que se caen, golpear o chupar bolígrafos, morderse las uñas o la piel, oscilaciones sobre las piernas, colocarse la ropa, tocarse el pelo.

La postura muestra las fascias y la musculatura de la cara ventral en tensión: piernas cruzadas, pectorales contraídos y torso hundido, brazos cruzados y hombros adelantados y tensos, cabeza proyectada hacia el frente. Al sentarse, la espalda queda recostada y curva, o bien con los codos sobre las rodillas.

En los ejercicios –escritos o prácticos– falta precisión y aparecen errores en aspectos sencillos. Un foco regular en el móvil, que mantiene la mano y la mente en actividad. 

La respiración se agita, las muletillas invaden el discurso, el habla se acelera, la articulación se vuelve imprecisa y comienzan a perderse sonidos, sílabas y palabras.

La persona percibe su dificultad para focalizar el pensamiento y mantener la atención en la actividad; a veces se da cuenta de que, de manera refleja, está “pensando en otras cosas”; nota la agitación interna y se pregunta: “¿por qué no puedo pararlo?” Sabe que no está funcionando tan bien como quisiera, menos todavía en escena, pero no consigue calma y concentración.

Aparentemente, cada vez más alumnos responden a la situación descrita, que condiciona su proceso de aprendizaje, y que no tiene una respuesta específica. Las preguntas que surgen, tampoco. Tal vez debamos prestarle atención.