miércoles, 16 de octubre de 2013

Joseph Jacotot, la razón y el lenguaje

El movimiento para la emancipación intelectual fue una de las consecuencias de la ilustración y del ideario de la Revolución Francesa. Los planteamientos pedagógicos de Joseph Jacotot (1770-1840) excedieron el ámbito de la educación y apuntaban al hombre entendido en una perspectiva amplia. Propuso un método didáctico cuestionador. Recojo aquí algunos párrafos al respecto del lenguaje, la comunicación y el arte. Gracias, Concha.

Rancière, Jacques (1987) El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Barcelona, 2003. Ed. Laertes. P.37 y ss.

«(...) el pensamiento se convierte en palabra, después esta palabra o esta expresión vuelve a ser pensamiento; una idea se hace materia y esta materia se hace idea; y todo esto es resultado de la voluntad. Los pensamientos vuelan de un espíritu a otro sobre el ala de la palabra. Cada expresión es enviada con la intención de llevar un único pensamiento, pero a espaldas del que habla y como a pesar suyo, esa palabra, esa expresión, esa larva, se fecunda por la voluntad del oyente; y la representante de una mónada se convierte en el centro de una esfera de ideas que proliferan en todos los sentidos, de tal modo que el hablante, además de lo que quiso decir, dijo realmente una infinidad de otras cosas; (...)»46
(...) este esfuerzo constante por traducir y contratraducir los pensamientos en palabras y las palabras en pensamientos. Esta voluntad que preside la operación no es una receta de taumaturgo. Es el deseo de comprender y hacerse comprender sin el cual ningún hombre daría sentido a las materialidades del lenguaje.
(...) Toda palabra, dicha o escrita, es una traducción que sólo tiene sentido en la contratraducción, en la invención de las causas posibles del sonido oído o de su rastro escrito: la voluntad de adivinar que se aferra a todos los indicios para saber lo que tiene que decirle un animal razonable que la considera como el alma de otro animal razonable.(...)
Improvisar es, se sabe, uno de los ejercicios canónicos de la enseñanza universal. Pero es, en primer  lugar,  el  ejercicio  de  la  virtud  primera  de  nuestra  inteligencia:  la  virtud  poética.  La imposibilidad de decir la verdad, a pesar de sentirla, nos hace hablar como poetas, narrar las aventuras de nuestro  espíritu y comprobar  que son entendidas  por  otros  aventureros, comunicar  nuestro sentimiento y verlo compartido por otros seres que también sienten. La improvisación es el ejercicio a través del cual el ser humano se conoce y se confirma en su naturaleza de ser razonable, es decir, de animal «que crea palabras, figuras, comparaciones, para contar lo que piensa a sus semejantes».48 La virtud de nuestra inteligencia es menos saber que hacer. «Saber no es nada, hacer es todo.» Pero este hacer es básicamente acto de comunicación. Y, por eso, «hablar es la mejor prueba de la capacidad de hacer cualquier cosa».49 En el acto de la palabra el hombre no transmite su conocimiento sino que poetiza, traduce, e invita a los otros a hacer lo mismo. Comunica como artesano:  manipulando las palabras como herramientas. El hombre comunica con el hombre por la obra de sus manos así como por la de las palabras de su discurso: «Cuando el hombre actúa sobre la materia, las aventuras de este cuerpo se convierten en la historia de las aventuras de su espíritu.»50 Y la emancipación del artesano es, en primer lugar, la reconquista de esta historia, la conciencia de que su actividad material es de la misma naturaleza del discurso. Comunica poetizando: como un ser que cree su pensamiento comunicable, su emoción susceptible de ser compartida. Esta es la razón por la cual la práctica de la palabra y la concepción de toda obra como discurso son, en la lógica de la enseñanza universal, un preliminar a todo aprendizaje. Es necesario que el artesano hable de sus obras para emanciparse; es necesario que el alumno hable del arte que quiere aprender. «Hablar de las obras de los hombres es el medio de conocer el arte humano.»51


Notas que aparecen:
46 Enseignement universel. Droit et philosophie panécastique, Paris, 1838, p. 11-13.
47 Ibid., p. 231.
48 Musique, p. 163. 49 Ibid., p. 314. (Enseignement universel. Musique, 3.a ed. París, 1830, p. 349.)
49 Ibid., p. 314.
50 Droit et philosophie panécastique, p. 91.
51 Musique, p. 347

viernes, 19 de abril de 2013

Inv/boca: elixires y transgresión vocal.

Día Mundial de la Voz. 16 de abril de 2013.
Este texto se hizo para el encuentro final de jornada, junto con otras lecturas, performances, y canciones.


Pasos entre registros o mecanismos de la voz. Fronteras donde los límites bailan. Sucesivas combinaciones entre aire, pliegues vocales, bandas ventriculares, boca. Sonidos que requieren el apoyo en los huesos como soporte de los músculos. Sonidos entre el rito y la necesidad, entre el dolor y el placer. Cuando el cuerpo alcanza un perímetro, una frontera en que lo conocido deja de servir, aparecen la curiosidad y el vértigo. Reaparece la voz con sus límites. También con sus sorpresas.

La voz orgánica: del esfuerzo, del sexo, defecación, vómito, risa, lamento... Voces recluídas en la trastienda, que solo se permiten en público bajo las condiciones controladas del rito. Tus diablos cantan decía Enrique Pardo.
En el perímetro de lo conocido, la voz es zumo y fermentación: elixir. Invisible pero contundente; de la boca al oído y del oído al cuerpo. Territorio donde la cultura bebe de lo salvaje. Sonoridad todavía ajena al lenguaje, sensorial, emotiva. El fonema salvaje: soldadura autógena entre el mito y la palabra, cuantum de luz, materia fónica libre, golpe de vida.

Se invoca al mito por la puerta del sonema. Nos dejó dicho Oteiza.

Alejada del mundo de los símbolos -máscara de sí misma y nada más- la voz en transgresión habita donde se unen placer y dolor, entre la piel y las sombras. Ensambladura de tinieblas, revela nuestro propio rostro, las pasiones, el patrimonio íntimo.

La animalidad, el territorio subyacente, solo en apariencia es “lo otro”. La conciencia de ese “otro” que notamos tan cerca genera violencia, desasosiego, aroma de supervivencia, y nos conduce al acto inédito, a la voz desconocida.  Asoma una flora psicológica distinta. Podemos sentir el riesgo, el peligro. Elixir venenoso o medicina. Frontera delicada. Es ahí donde solemos retroceder a falta de voluntad, implicación personal, necesidad íntima. Hace falta tiempo, rigor, orden, precisión y riesgo. Y dado que en el escenario todo tiene que ser posible, asegurémonos de manejar nuestro arte. Por el bien de nuestra salud.

Hace falta cierta dureza consigo mismo, cierto sacrificio y ofrenda, porque la voz es casi el cuerpo mismo. Mientras el dolor advierte, señala el peligro, conduce a la respuesta orgiástica, la conciencia, el ego y la auto-imagen se esfuerzan por mantenernos en nuestros límites. Frente al dolor, la defensa psicológica produce más dolor. En la frontera entre dolor y placer descubrimos que no son extremos. Se parecen incluso fisiológicamente. Dar voz a ese territorio puede liberar la tensión ontológica entre el animal y el ego: elixir extático, más allá del dolor y del placer.  Porque placer y sufrimiento son un problema para el ego pero no tanto para el organismo: acrecienta su sensibilidad y amplía sus límites. Está preparado.


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